Don Leonel Viera.

Don Leonel Viera.  Apuntes del arq. Carlos A. Trobo, año 2001.


Lo consulté para orientarme sobre una estructura de una iglesia.
Yo quería antes de comenzar el anteproyecto, consultar las distintas posibilidades y formas que fueran a la vez bellas, novedosas, constructivas y lo más económicas, en el momento en el país.
Y efectivamente, encontré un hombre sensible tanto a la belleza, como a los cálculos de estricta rigurosidad.

Aunque nunca se recibió de ingeniero, Leonel Viera (1913-1975) realizó en 1965 una de las obras de ingeniería más notables de nuestro país, el puente de la barra del arroyo Maldonado, cercano a Punta del Este.

Viera me contó los entretelones, idas y venidas en su colaboración para la realización del puente Paysandú - Colón, sobre el río Uruguay.
Pude constatar su lucidez creativa cuando me dijo que al principio, quería hacer un túnel bajo el río Uruguay y que probó, en la bañera de su casa, con un tubo de goma, diversas maneras de anclajes para evitar la tendencia del tubo a flotar.
Finalmente, algo desesperado, se le iluminó el cerebro y se dijo: "Si quiere flotar, que flote" y cambió la idea del túnel por la de un puente flotante.
Así imaginó una serie de cajones estancos flotantes de hormigón, sobre ellos una viga de todo el ancho del río, que recibiría el empuje horizontal del agua hacia el sur y en cada costa, riendas articuladas, para que acompañaran al puente en las bajantes y crecientes del río.

El Cilindro Municipal de Montevideo.

Otra vez me contó cómo concibió el que ahora se llama el Cilindro Municipal para la Exposición de la Industria.
Enterado del llamado a licitación para construirlo, Viera pensó: "la forma de obtener algo del más bajo precio, es haciendo que los materiales trabajen cada uno en lo que es más apto; por lo tanto, como el hormigón trabaja óptimamente a la compresión, las paredes -que soportan el peso del techo- deben ser de hormigón y el techo, debe ser sostenido por acero trabajando a la extensión".
Sobre esa base, fueron consultados expertos en ese tema de la Universidad de Columbia en los EE.UU. y, así se presentaron a la licitación.
El resultado fue que era justo la mitad del precio más bajo que presentaron las demás ofertas.
La comisión Organizadora de la exposición, llamó a la empresa Viera-Mondino y les preguntó si estaban dispuestos a arriesgar tan bajo presupuesto.
La obra se hizo, y decía Viera que nunca habían ganado tanto dinero en una obra.

Él me contaba que su fama en la Universidad de Columbia era tal que habiendo llegado al aeropuerto de Nueva York sin aviso previo, hablaba por teléfono con el decano y este, le decía: "venga de inmediato, que yo anularé todas las entrevistas que tenía concedidas para la jornada, así lo atiendo como corresponde".

Queda aun por contar que, durante la construcción de las instalaciones de la Exposición (Cilindro Municipal), los técnicos que habían construido la concha de la orquesta en el teatro al aire libre, le contaron preocupados que si bien la forma era agradable, en contrapartida el sonido era pésimo.
Ante esto Viera pensó: "O yo recubro de un material totalmente absorbente -que en ese momento no existía- todo el interior de la concha, o yo potencio los sonidos".
¿Y cómo lo hizo? Colgó en todo el interior, chapas de madera aglomerada en cuadriláteros de diverso tamaño y forma, que al ser golpeados, cada uno daba una de las siete notas del pentagrama Do, Re, Mi, Fa, Sol, La Si.
Viera me contaba que un director de fama mundial manifestó que nunca había sentido tan bien sonar la orquesta como en este teatro de verano.

Pienso que se debería hacer un estudio de tal personalidad desde el punto de vista creativo, que era admirado en el exterior y aquí muchas veces combatido.
Algo importante se ha hecho en el país, y aquí estamos más acostumbrados a las críticas que a promover los valores.

Carlos A. Trobo, arquitecto.
 
 

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