Iglesia de la Parroquia San Isidro, Las Piedras.

Tercera parte.

 

La capilla del Santísimo Sacramento, en la Iglesia de la Parroquia San Isidro, Las Piedras.


Se realizó originalmente, junto con otras obras de reformas del templo parroquial San Isidro, en Las Piedras, durante el curato del P. Hugo Bordoli, a fines de la década del '70.

Estábamos en los años inmediatos del Concilio Vaticano II, y se anunciaban cambios todavía no definidos en el tema de arquitectura para templos.
Como en ese momento tenía varios encargos para proyectar algunas iglesias, y no quería cometer costosos errores, me decidí a buscar algunas constantes a todas las grandes religiones en lo relativo al tratamiento de los lugares sagrados, en el entendido de que los cambios del post Concilio, no podrían salirse en mucho, en su esencia, de lo que la humanidad históricamente ya estaba expresando en sus templos.
Sentía que debía esforzarme por evitar el vaivén de las inconsistentes y a veces apasionadas corrientes de opinión, que como en todos los períodos de cambio, pretenden barrer con todo, sin respetar lo bueno que ha existido, y que debe permanecer.

Fue así que dediqué un tiempo a estudiar antecedentes sobre las grandes religiones, para ver como sentían ellas sus lugares de culto, es decir, lugares que conformaran diferenciando un lugar sagrado de otros espacios humanos y que ha permanecido incambiado a través de las edades.

Así leí libros del budismo, brahmanismo, shintoísmo, confusianismo, mahometanismo.
Y hallé muchas similitudes en el tratamiento de estos lugares, lo que me hizo sentir una vez más que la humanidad es una sola en general, cuando de reverenciar a Dios se trata, en la concepción de sus lugares sagrados.
La serena y digna sobriedad, siempre han mantenido su vigencia en los lugares sagrados a través de los siglos. Evitar los regodeos sobrecargados de formas son una característica por un lado, y por otro la obtención de una vibrante afirmación de homenaje a Dios, con materiales y formas de digna riqueza, porque se trata de Dios mismo.

Difícil desafío es -lo reconozco- coordinar ambas directrices. Y a esto se le agrega que aquí se nos pedía una economía casi espartana de medios.
Por ello, hemos intentado expresar con sobriedad, en materiales, proporciones y dimensiones, sin degradar la augusta realeza de la Eucaristía.

Las Paredes.

En el caso de la capilla del Santísimo Sacramento, nos aproximamos a símbolos pobres en general, pero que fueran de fuerte efecto. Esto es así en la terminación de las paredes, tratadas deliberadamente en forma rústica, para que contaran como un símbolo de noble pobreza que diera realce y vibración adecuadas a la parte importante, que son el altar y el sagrario.

Las Cúpulas.

En contraposición con la terminación proporcionada a las paredes, las cúpulas existentes se han revocado, obteniéndose que la luz se matice de forma que reciba al fiel en un ambiente de recogimiento e intimidad, adecuado para la oración y el encuentro con Cristo Eucaristía.

El Retablo.

Para la pared del sagrario, se hechó mano de un retablo que fuera de otro altar, que fuera retirado del mismo templo por esos días.
Para que no resultará demasiado frio en su aspecto monumental, ablandé y dulcifiqué el nicho de medio punto, con un panel de madera noble, hecho con amor de artesano por un mueblero de la ciudad. Es de cedro, pero adecuada y sobriamente oscurecido en el color, y con un lustre "cáscara de huevo" que no deslumbra sino que busca ablandar la impresión de dureza y frialdad propias del mármol del retablo.
La madera tiene un color que anuncia y viste con calidez, realzando claramente la calidad de la Persona Divina que enmarca.
El sagrario, con puerta en bronce fundido, brilla en este entorno, centrando y realzando significativamente el recorrido visual.

El piso.

Vale aclarar que en las grandes catedrales del medioevo, en las construcciones de los países del oriente, etc., los pavimentos cobran valor importante colaborando con símbolos, a dignificar el espíritu del ambiente sagrado. Por ejemplo, en algunas catedrales se dibujan laberintos y otras formas de simbolización del camino al Cielo, con un sentido representativo, a la vez que didáctico.
Aquí se intentó, con recursos muy elementales, transmitir al fiel algo de esta tradición.
El piso de la capilla del Santísimo fue realizado en base a trozos de mármol deteriorados, con forma irregular, desechados de la propia obra de la iglesia.
Resultó, como se verá acorde con el espíritu del lugar. Estricto, pero sumamente simbólico.
El diseño del pavimento fue en base a la distribución de losas quebradas, en formas rotas, inconclusas; estableciendo una rememoración del camino doloroso de la humanidad hacia el sacrificio del Cordero del Apocalipsis.

Se inicia al entrar a la capilla, en el centro, con losas no dirigidas en dirección al altar, inclinadas hacia un costado, representando las muchas religiones y creencias alejadas de Cristo.
Más adelante, aparece una losa como una huella, "el pie de Moisés", firme como las Tablas de la Ley, que marca algo muy decidido. A partir de ahí, sigue la Biblia (falta aun marcarle con una señal sobre el mármol) simbolizada en una pequeña losa.
Luego, sobre el eje longitudinal de la capilla, se impone una losa grande y quebrada en dos partes (símbolo de la cristiandad dividida) separadas al comienzo, pero que a medida que se acerca al altar del Cordero, van aproximándose sus partes de una manera gradual hasta juntarse a los pies del altar.

Por otra parte, al lado del la pared de la izquierda, diversas losas rotas unas, partidas otras, cascadas casi todas, simbolizan las órdenes, las instituciones religiosas, "melladas" y quebradas por las diversas luchas humanas, internas y externas de la fe, todas caminando con esperanza hacia el lugar de Cristo, inmersas en un monolítico colorado que simboliza la sangre del sacrificio del Cordero bañando a toda la humanidad.
A la vez, contra la pared de la derecha hay otras losas, representando las instituciones y reinos laicos, no religiosos, que caminan igualmente hacia el Cordero, bañados también por la sangre de Cristo.
Detrás del altar, hay doce losas de mármol alineadas, rememorando los doce apóstoles, que al pie del altar, respaldan el sagrario.

El Altar.

En su base, hay cuatro baldosas que, como guardianes y testimonios de este, simbolizan los cuatro evangelistas.
on alguna "quebradura" producida por opiniones diversas a través de los siglos entre los exégetas y lingüistas estudiosos, pero enteras en su esencia y firmeza de testigos.
Entre ellos, bajo el altar, una losa con símbolos de escritura.
Y la mesa del altar, sostenida por cuatro candelabros (que pudimos rescatar de la errónea urgencia de esa epoca, que no cuidaba aspectos estéticos, y optaba por comercializar este tipo de ornamentos), y con el toque fino y elaborado de arte, que el altar merece.

Los vitrales.

En la gruesa pared de la derecha, se albergan cuatro valiosos vitrales de más de 100 años de antigüedad, que salvamos de la destrucción de la capilla de María Auxiliadora.
En ellos hay representados símbolos de la Eucaristía, el Sagrado Corazón, y la corona real de Cristo.

Las arañas.

Las arañas de iluminación de la capilla, pertenecieron a la vivienda de don Pilar Cabrera, quien hace cien años lideró un movimiento de la población pedrense, que evitó la demolición total del templo, que ya se había iniciado.
Esta incorporación no fue decisión mía, sino que fue disposición del P. Lissaut.

Carlos A. Trobo, arquitecto.

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