Una vivienda en el Prado de Montevideo.

Construida el año 1963, con frente a avenida Lucas Obes N° 1070.

Con motivo de estar rememorando las obras realizadas durante mis 50 años de arquitecto, cuando una sorpresiva llamada por teléfono me llenó de alegría al oír la voz de Arturo W. Di Pace, que es el propietario de esa obra, la que aún permanece habitando con su esposa, la escribana Olga Sampietro.

Vivienda Di Pace Sampietro.

Quedamos muy contentos de recordar los trajines de la obra desde el comienzo, en que hubo que hacer caber 130 metros cuadrados de construcción en 65 metros cuadrados de área permitida por la Intendencia Municipal de Montevideo.

No había lugar para un jardín, como yo quería.
Pero una idea salvadora, se me ocurrió al ver que calle por medio, había un gran predio con una enorme y lujosa residencia muy bien cuidada, que tenía un parque y un jardín cuidado por jardinero de uniforme y guantes, que cuidaba árboles, rosales, dalias, etc., con gran esmero.

Como esa residencia estaba todo el día con las persianas clausuradas, proyecté la casa con todas sus ventanas de mi obra, orientadas hacia el jardín vecino de la gran residencia.
Y le dije riéndome a Di Pace; “Su jardín está al otro lado de la calle, si nunca se ve a nadie más que el jardinero allí. Páguele una propina a fin de año y hágale plantar las plantas que usted quiera. Total, los propietarios nunca se ven pasear por el jardín. Visualmente, el jardín es suyo.

Arturo y Olga, habitaron la vivienda con felicidad unos cuantos años, admirados de la amplia visión que gozaban del jardín de los vecinos.

Plano de vivienda con frente a avenida Lucas Obes 1070, Montevideo. Arquitecto Carlos A. Trobo.

Pasados unos años, Arturo me cuenta que el predio del frente, los herederos lo habían prometido en venta a una cooperativa de vivienda y que, para ganar más dinero, los mismos propietarios se encargaron de la demolición.
Pero eso no es todo, porque luego, estando ya demolida la mansión, se disolvió la cooperativa de vivienda... y los propietarios se quedaron sin “el pan y sin la torta”, pero con algún lío judicial en puerta para recuperar algo.
Por suerte, si bien el jardinero no cuidó más el jardín, la muy frondosa arboleda, siguió dando un precioso paisaje verde a la pequeña vivienda para goce de sus felices propietarios.

Ellos me dicen una serie de elogios sobre la vida en la obra que yo les hice, pero yo atribuyo a que encontré un “pulmón visual” en el terreno del frente.
Eso sí, entre mis ideales más deseados, siempre tuve cuidado de permanecer amigo de aquellos a quienes construía la vivienda. Y creo que lo he conseguido, salvando las tensiones que pueden llevarnos a todos los que intervenimos en la obra, a un clima de nervios, urgencias, etc.

Las obras de Caridad.

Y es necesario poner siempre un manto de comprensión racional, justicia y amistad.
Sobre todo lo que pueda ser roces... Como ejemplo, citaré lo que nos pasó en otra obra en otro lugar.

Una vez había proyectado una casa en el balneario Salinas y nos fue recomendado un constructor muy bueno, desconocido para nosotros, que dio un precio asombrosamente bajo por hacer la obra.
Pero las recomendaciones de la gente del lugar eran tantas, que decidimos firmar contrato con él.
Su apellido era Caridad.

Cuando hablamos con él, nos dijo:
Yo tengo tres características que debo decirles a ustedes;
1º) Que soy el más barato que ustedes pueden encontrar.
2º) Que “nunca” entrego las obras y
3º) Que termino siempre amigo de los propietarios."

Pasaban los meses y el propietario estaba muy nervioso por usar la obra.
Ibamos exigir la entrega de la obra y nos dijo Luis Alberto mi hermano: “Hay que tener mucha Fe y Esperanza en Caridad”.
Eso nos ablandó y, con humor, Caridad nos entregó la obra terminada en pocos días.
Y terminamos todos muy amigos.


Con Arturo y señora, nos pasó lo mismo.
Por eso, me siento feliz de haber salido amigo de cada obra que he realizado en tantos años de profesión, a la que quiero tanto y la siento en la sangre corriendo por mis venas.

Carlos A. Trobo, arquitecto.

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