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El interior de una casa plantea no sólo las funciones de movimientos del cuerpo humano, sino que plantea algunas limitaciones que yo intenté atenuar.

Los colores.

Los colores tienen mucho que hacer en los interiores.
Recuerdo que en una obra cuyo propietario estaba paseando por el extranjero, en la que sin consultarle, decidí de improviso dar un toque diferente al estar de su casa pintando de negro el cielorraso del comedor diario.
Así se lo comuniqué a don Juan Suárez, el pintor, que poseía un refinado espíritu para el color.
Don Juan se vio comprometido a cumplir mi orden, pero lo hizo con gran temor ante el posible disgusto del propietarioal volver feliz de su viaje, y que no le gustara ese cielorraso negro en su casa soñada.
Don Juan pintó de negro, pero le dio un toque estupendo al tono, sin quitarle intensidad al impacto visual y... cayó enfermo de los nervios y el corazón, debiendo  ir al médico mientras esperábamos el juicio del propietario.
El día que aquel volvió, apenas entró al estar, dijo; "me gusta mucho", y don Juan se curó instantáneamente.
Realmente ese cielorraso actuó como un marco notable a la vista del jardín.
Y recibimos muchos elogios.

Los cielorrasos, cuando empecé a trabajar, eran todos pintados de blanco o crema, sin gracia alguna.
No se les daba ninguna importancia.
Me preocupaba hacerles "hablar", es decir, mostrarlos con algún color o material que brindara una textura diferente, como dejar a veces las marcas del encofrado a la vista, o algún dibujo.
Para esto me inspiraba en el cuidado con que se trataban los cielorrasos del Renacimiento, en la arquitectura inglesa y romana, en el medioevo, y sentía que los propietarios resulataron siempre agradablemente motivados por esos "acentos" visuales que volvían más felices y entretenidas sus habitaciones.

También buscaba pintar las paredes de una misma habitación en diferentes colores, o revestir una con con madera, ladrillo a la vista, u otro material, para que cada cara tuviera su propia personalidad.

Los espacios en las viviendas.

Siempre busqué que los espacios de las viviendas no limitaran, dando sensación de encierro al espíritu de los habitantes de las casas.
Por eso, abrí las ventanas y cortinas de enrollar hasta el techo, para evitar la sensación de encierro, permitiendo recibir los rayos del sol en invierno, y ver más cielo durante todo el año, de forma que se sintieran más partícipes de la infinita variedad de movimiento de nubes en nuestro cielo.

También busqué orientar las habitaciones hacia buenos asoleamientos, y al ubicar las aberturas, intenté lograr visuales hacia horizontes lo más alejados posible, con lo cual se realzara una sensación de libertad que contribuyera a distender las mentes de quienes llegaran al hogar estresados por la vida cada día más complicada.
Busqué siempre que los moradores se sintieran como alojados en una casa de veraneo, olvidando las tensiones de las tareas diarias.
De ahí el valor que le otorgué a los espacios de enjardinados exteriores, al que en realidad separé en tres secciones diferentes; una "social", con acceso desde el living de la casa, luego la íntima, hacia la que se abrían los dormitorios, y por último la de servicios, todas separadas por pequeñas barreras o inflexiones de la planta de las edificaciones, vinculando el interior con el exterior.

Fue así que comencé a diseñar las plantas de las viviendas en formas no rectangulares, acentuando lo anteriormente anotado de libertad, manejo de texturas y materiales, vinculación con los espacios exteriores y la orientación buscando recibir la luz solar, hasta el punto que en algunos casos, quienes entraban en las casas por primera vez, perdían su orientación.
Y resultaban graciosas a la vez que estimulantes, las discusiones que así se promovían de hacia dónde quedaba la plaza o determinada calle.

Carlos A. Trobo, arquitecto.

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