Haroldo Albanell Mac Coll

Sobre el final de nuestros estudios en facultad, conocí a este primo hermano de Ofelia.
A causa de las diversas trabas impuestas por sus ocupaciones, había interrumpido por varios años sus estudios cuando le faltaba rendir cuatro o cinco exámenes que coincidían con los que nos faltaba rendir a Tarallo y a mí.
Era un fino proyectista y  sus proyectos en facultad brillaban por su sensibilidad.
Afortunadamente, coincidíamos en los caracteres, cosa muy importante, e invitamos a Haroldo a seguir los tres juntos hasta el final de la carrera.

Fue gran trabajo adaptarlo a nuestro ritmo, ardua tarea al principio.
Pero Haroldo se lo merecía.
Y nos fue acompañando.
Todos lo querían.
Tanto en el Municipio de Montevideo como en su empresa de construcción, (Albanell y  Massini) le animaron y le dijeron: "Desde ahora hasta que salves el último examen, no vuelvas por aquí.
Solamente vendrás a fin de mes a cobrar; no vuelvas porque te echamos".
Con tales condiciones, Haroldo entró a someterse a nuestro tratamiento motivador con el lema: "Animate, que vos podés, no tengas reparo de presentarte ante las mesas de examen compuestas todas por ex compañeros tuyos, porque vos sabés y si los nervios te traicionan alguna vez, ellos te ayudarán amigablemente porque saben lo que tú valés"-
Nosotros comprendíamos el temor de hacer mal papel ante sus antiguos compañeros hoy profesores.
Pero, la situación era de emergencia: "Ahora, o nunca".

Y felizmente, eso pasó. Tal como le pronosticamos y Haroldo se recibió.

Era un gran optimista, con  excelente buen humor.
Y tenía fama de que sabía de memoria 675 cuentos diferentes. Ese récord "Guiness", fue registrado por sus compañeros de trabajo que hicieron un índice.
Cuando se juntaba con Bilo Bayarres, el médico, se sacaban chispas contándonos cuentos y nosotros admirados por la gracia tan especial que tenían al contarlos.

Un día llega a mi casa Haroldo y me encuentra "muy bajoneado" y me dice: "Quiero hacerte reír y te contaré cuentos hasta que cambies.
Decime una sola palabra por vez y te contaré un cuento donde esa palabra sea el centro".
Así lo hizo y a la cuarta palabra y su correspondiente cuento, yo había cambiado mi humor.

Carlos A. Trobo, arquitecto.

Comentarios